La concesión del galardón a Barack Obama consolida la importancia de los mensajes más allá de los hechos - Los nuevos tiempos priman lo simbólico
¿Ha hecho mucho Barack Obama por la paz? Desde luego ha hablado de ella, y valores como el diálogo, el multilateralismo o el deseo de cambiar el mundo impregnan sus ya célebres discursos. Pero en estos tiempos de comunicación masiva por todos los soportes posibles lo simbólico se sitúa a menudo por encima de lo factual. Así que eso, el mensaje antes que el hecho, el concepto universal de paz comprensible en todos los códigos de comunicación del planeta, es lo que se ha querido distinguir con el Nobel de la Paz. Para algunos, estaría mejor denominado como Nobel de la Comunicación.
Obama es con toda probabilidad el hombre más famoso del planeta. La "cara más visible" entre los 205 candidatos al reconocimiento que concede el Instituto Nobel de Oslo. Junto a la ambición de su agenda política se han premiado sus gestos, a pesar de que Estados Unidos tiene aún dos guerras en marcha en Irak y Afganistán y a que el prometido cierre de Guantánamo, previsto para principios de 2010, es de momento de difícil cumplimiento, según anunció el secretario de Justicia.
Antoni Gutiérrez-Rubí, consultor político y asesor de campañas, reconoce que ha habido un cambio de criterio respecto a las anteriores elecciones, dejando claro que en su opinión se ha tratado de un premio a la "esperanza". "Es decir", parece que "los discursos y los gestos de los primeros meses han abierto un camino para la paz". En este sentido, a su parecer, conviene recordar que Obama es el jefe del Ejército más importante del mundo. Lo cual convierte de alguna manera la misma concesión del premio en un mensaje en sí mismo a la comunidad internacional. Porque es "importante que ese jefe actúe con esa carga". Y así, el Nobel se transformaría en una invitación a actuar a favor de la paz, una verdadera "llamada a la acción" más que un reconocimiento a una paz lograda.
El columnista y premio Pulitzer Thomas L. Friedman ironizaba ayer a este propósito desde las páginas del Herald Tribune diciendo que si el presidente encontrara una manera de repartir los soldados que estabilizarán Afganistán y Pakistán sin sumir al país en un Vietnam, entonces sí merecería un Nobel, pero el de Física.
Ayer trascendió también que, al principio, tres de los cinco miembros del comité de Oslo se opusieron a la concesión, según informaba el periódico noruego VG. La representante en el comité del Partido del Progreso, Inger-Marie Ytterhorn, la conservadora Kaci Kullmann Five y la socialista Ågot Valle mostraron objeciones. En particular, Ytterhorn mostró sus dudas sobre la capacidad de Obama precisamente para mantener su compromiso internacional. "Había esperado más debate, en especial sobre lo problemático, la guerra en Afganistán", explicó Valle. Sin embargo, al final prevaleció el criterio del secretario del comité y ex primer ministro laborista, Thorbjörn Jagland, y los otros miembros se pusieron de acuerdo. Lo hicieron resaltando precisamente esa capacidad para crear un "nuevo clima" en la política y en las relaciones internacionales. Pero, ¿qué ha resultado eficaz, en tan sólo nueve meses de mandato, ante los miembros del comité noruego? Jagland, además, respondió a las críticas asegurando que "Obama ha sido distinguido con el premio exactamente por lo que ha conseguido". Pero es que, de momento, lo que ha conseguido Obama es precisamente comunicar y transmitir su proyecto.
"Ha conseguido difundir un mensaje de cambio", apunta Roberto Izurieta, docente de Organización Política en la Universidad George Washington y consultor. "Porque el premio tiene que ver con estos mensajes, que transmiten esperanza respecto a la anterior Administración de George W. Bush, que estaba más centrada en un mensaje de fuerza", razona.
¿Cómo lo ha hecho? Mucho tiene que ver con su verdadero carácter y con la forma de mostrarlo a los demás, según un precepto de los estudios sobre estrategias de comunicación. Juntos, estos dos aspectos forman una pareja perfecta, o casi. "Las estrategias políticas eficaces tienen que ser acordes al temperamento de un líder", prosigue Izurieta, quien siguió de cerca las primarias demócratas y la campaña presidencial de Obama, el año pasado.
Veamos un ejemplo. El viernes pasado, en las primeras líneas del comunicado emitido por la Casa Blanca tras la concesión del premio se destaca un episodio familiar. "Buenos días. Bueno, no tenía previsto despertarme esta mañana con esto. Tras recibir la noticia, Malia [hija del presidente] entró y dijo: '¡Papi, ganaste el Premio Nobel de la Paz y es el cumpleaños de Bo [mascota de la familia]!... Por lo tanto, es bueno tener niños para que pongan las cosas en perspectiva".
El mensaje de cercanía, de cotidianidad, es evidente. ¿Se imaginan a Hugo Chávez contando lo mismo? Sólo la comparación requiere un esfuerzo de contextualización. Y es que, en palabras de los expertos, los comportamientos no son recetas asépticas que tienen el mismo efecto sobre los demás para todo el mundo. "El mensaje de Obama en un temperamento parecido al de presidente de Venezuela o de Rafael Correa no tendría el mismo resultado", asegura Izurieta.
Así, pues, las promesas del presidente de Estados Unidos, de momento, convencen a la comunidad internacional, por lo menos a las élites. "Sus gestos favorecen una política de diálogo y negociaciones, y es precisamente lo que han destacado en el comité de Oslo", comentan desde Washington. La paradoja, sin embargo, es que este mito de Obama parece a veces más europeo que estadounidense. Diego Beas, periodista y colaborador del Personal Democracy Forum Europe, un encuentro sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la política, cree que este premio "se ha concedido en el momento más adecuado para que los republicanos puedan criticar a Obama". Se trataría, en su opinión, de "la excusa perfecta para decir que el presidente está más cerca de las élites europeas y que no tiene cintura política suficiente para resolver los problemas de los ciudadanos".
Al margen de la crítica, se trata de un comentario que de alguna forma revela la importancia de la llamada "marca Obama". Un conjunto de mensajes, estrategias, actitudes que no hubiesen significado lo mismo hace tan sólo veinte años. La cara amable y el talante del mandatario estadounidense funcionan tan bien, en todo el mundo, por dos razones, según los expertos. Porque coincide con su verdadero carácter y porque es acorde al espíritu de nuestros tiempos, globales, multilaterales pero, sobre todo, sensibles a los símbolos, a la influencia del ciberespacio y a la importancia de la comunicación. Izurieta lo explica gráficamente en el libro Cambiando la escucha: "En una era de entretenimiento, cuando Madonna o Al Pacino logran las más altas cuotas televisivas, los políticos deben competir contra ellos para lograr la atención de la audiencia".
La audiencia de Obama es mundial y la fascinación que ejerce sobre ella se refleja también en las palabras que concluyen el fallo del comité del Instituto Nobel. "Durante 108 años, el comité noruego de los Nobel ha intentado fomentar precisamente esa política internacional y esas actitudes de las que Obama es ahora portavoz mundial. El comité apoya el llamamiento de Obama que dice que 'ahora es el momento para que todos nosotros asumamos nuestra parte de responsabilidad para una respuesta global a los retos globales".
Uno de los primeros en calificar de prematura la concesión del premio fue el ex presidente polaco Lech Walesa, cofundador del sindicato Solidaridad. "¿Qué?", espetó sorprendido a unos periodistas que le preguntaron su opinión. "¿Tan pronto? Demasiado rápido. Obama no ha tenido tiempo de hacer nada todavía", dijo. Él, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1983, fue galardonado en un momento clave y ese reconocimiento también resultó ser estratégico para su tiempo al suponer un revés para el Kremlin. Sin embargo, el premio a Walesa se justificaba por sus logros reconocidos.
Por esta razón, ayer, por ejemplo, el presidente de la Fundación Príncipe de Asturias afirmó que los premios de "estímulo" deberían ser una excepción frente a trayectorias asentadas. Y por esta razón, algunas de las ONG más activas del panorama internacional aún prefieren guardar ciertas distancias y, si bien felicitan al mandatario norteamericano por la concesión del premio, también le recuerdan que aún le queda camino por recorrer. Amnistía Internacional le instó a centrar sus esfuerzos para promover la paz en torno a la justicia, los derechos humanos y el Estado de derecho, "en consonancia con el espíritu del galardón recibido". "El presidente Obama ha tomado algunas medidas positivas dirigidas a mejorar los derechos humanos en Estados Unidos y en otros países, pero aún queda mucho por hacer", deja claro Irene Khan, secretaria general de la organización.
El director de Human Rights Watch, Kenneth Roth, le pide en un comunicado un acto concreto de buena voluntad: "Por ejemplo, poner fin a la derrota que representa el centro de detención de Guantánamo, y asegurarse de que los prisioneros sean o juzgados o liberados, como el presidente Obama hará honor a este premio". De la comunicación a la realidad. De las palabras a los hechos.
Paz acorde a los tiempos
- Martin Luther King. En 1964, el pastor y líder del Movimiento por los Derechos Civiles de los estadounidenses, Martin Luther King, se convirtió a los 35 años en el galardonado más joven de los premios (por entonces) por haber dirigido una resistencia no violenta con el objetivo de eliminar los prejuicios raciales en Estados Unidos. "Acepto este premio", dijo Luther King, "en el momento en que 22 millones de negros estadounidenses están luchando para poner fin a la larga noche de la injusticia racial". El fallo causó revuelo, sobre todo en EE UU, donde todavía eran arraigadas las discriminaciones raciales.
- Henry Kissinger. El secretario de Estado norteamericano durante la Administración de Richard Nixon, Henry Kissinger, y el negociador vietnamita Le Duc Tho (que rechazó el reconocimiento) reciben el premio en 1973 por las conversaciones que pusieron fin a la guerra en Vietnam, en la que todavía hoy se considera la concesión más controvertida de la historia. El reconocimiento provocó manifestaciones de protesta en todo el mundo. En la capital de Noruega, los manifestantes arrojaron bolas de nieve ante la Embajada de EE UU. Thomas R. Byrne, entonces embajador en Noruega, leyó el discurso de aceptación en nombre de Kissinger, que no acudió a la entrega. Así empezaba: "El Premio Nobel de la Paz [...] más que la realización de la paz, simboliza una búsqueda de paz".
- Mijail Gorbachov. El ex presidente de la Unión Soviética Mijail Gorbachov obtuvo el Nobel de la Paz en 1990 por la perestroika, o, según el fallo, "por su papel clave en el proceso que hoy caracteriza una parte importante de la comunidad internacional". Las primeras palabras del presidente al conocer el fallo fueron: "Acojo esta acción, no como algo personal, sino como un reconocimiento a la gran importancia de la perestroika para todo el mundo". Gorbachov afirmó la semana pasada que la concesión del premio a Obama "es un reconocimiento del importante papel que desempeña en el mundo EE UU y de las esperanzas que la gente vincula con el presidente norteamericano". En esa ocasión, la reacción de Lech Walesa, que en cambio se ha mostrado perplejo ante la concesión del premio a Obama, fue bien distinta: "Me siento feliz porque su gran trabajo haya sido reconocido por el mundo, lo que está íntimamente ligado a los cambios que se experimentan en su país. Las soluciones pacíficas son válidas no solamente para la URSS, sino para todos los países".
- Yassir Arafat. En 1994 el comité noruego optó por distinguir, "por orden alfabético", a Yassir Arafat, Simón Peres e lsaac Rabin por su "contribución histórica al proceso de paz en Oriente Próximo". Al explicar las razones de la concesión del reconocimiento, Francis Sejersted, entonces presidente del Comité Nobel, hizo referencia a los sufrimientos de ambas partes (palestinos e israelíes) a lo largo de decenios de conflicto cruento y destacó que los tres galardonados "realizaron una contribución histórica al proceso de paz sustituyendo la guerra y el odio por la cooperación" a través de su compromiso con los acuerdos de Oslo y su posterior empeño en llevarlos a la práctica.
- John Hume y David Trimble. En 1998, el Premio Nobel de la Paz distinguió los "esfuerzos" de los líderes moderados católico y protestante de Irlanda del Norte, respectivamente, John Hume y David Trimble. El fallo ignoró a Gerry Adams, el dirigente del Sinn Fein, aliado político del IRA.
En cualquier caso, en esa ocasión, tanto los premiados como Adams y otros actores del acuerdo de paz en el Ulster destacaron que el premio constituía un reconocimiento al esfuerzo para acabar con tres décadas de violencia que dejaron miles de muertos. En realidad, ese año también se comentó que el premio no pretendía distinguir un verdadero logro sino servir de estímulo para alcanzar la paz. Reconocía, de hecho, esos esfuerzos de políticos empeñados en llevar adelante un proceso complicado y lleno de accidentes. El comité de Oslo pretendía así, de alguna forma, animarles a seguir por ese camino.
Extraído de El País (Franceso Manetto)
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