Se le esperaba como al redentor y no defraudó a nadie. Tras unos minutos de correción política, se liberó de las ataduras para mostrarse sin ambages. Jose Mourinho no encaja la crítica con facilidad y se revuelve a la mínima. Tiene las ideas claras y su palabra favorita es "organización". Nada es casual en su persona, ni siquiera el nudo de la corbata, estudiadamente torcido, símbolo de su controlada rebeldía.
A Mourinho sólo le vale ganar. Nada nuevo, por cierto, en la historia del Madrid. Tras dos años de sequía, su fracaso supondría el adiós de Florentino Pérez, al que ha encandilado con su carácter y exitosa trayectoria. Por eso necesita sentirse fuerte desde ya, marcar territorio y lanzar bravatas. Una de las primeras fue un soñado debut en Liga ante el Barcelona. Jorge Valdano, que asistía en primera persona a la escena, le apuntó al oído que aquello era imposible por imperativo de las televisiones.
"Ya me había pasado en Italia, donde debuté ante el Milan y en Inglaterra, donde lo hice ante el Manchester", lanzó este devorador de retos. Presume de personalidad arrolladora y se define como un gran trabajador. "Prometo que no cambiaré", anunció al poco de sentarse ante los flashes. A quien no le guste, que no mire.
Sus futbolistas le adoran y la prensa anhela sus titulares. Pero Mourinho no admite medias tintas. Ni injerencias. Su planteamiento en el Camp Nou parecía sacado de la noche de los tiempos, pero los resultados le avalan: ha ganado 14 títulos en las últimas siete temporadas. "No soy un falso humilde", soltó antes de recordar sus múltiples y recientes galardones individuales.
Por algo le llaman 'The special one', por algo ha firmado cuatro temporadas en un club que ha quemado a nueve entrenadores en las últimas seis temporadas. Se siente el mejor aunque no lo diga. A falta de otros atractivos, en una situación casi desesperada, Florentino ha confiado su futuro al nudo torcido de su corbata. Concitará odios, repetirá los buenos resultados y tratará de desquiciar al Barcelona. El Bernabéu le espera y no dudará en pitarle si es menester. Lo que es seguro es que nadie quedará indiferente.
Extraído de El Mundo (Miguel A. Herguedas)
A Mourinho sólo le vale ganar. Nada nuevo, por cierto, en la historia del Madrid. Tras dos años de sequía, su fracaso supondría el adiós de Florentino Pérez, al que ha encandilado con su carácter y exitosa trayectoria. Por eso necesita sentirse fuerte desde ya, marcar territorio y lanzar bravatas. Una de las primeras fue un soñado debut en Liga ante el Barcelona. Jorge Valdano, que asistía en primera persona a la escena, le apuntó al oído que aquello era imposible por imperativo de las televisiones.
"Ya me había pasado en Italia, donde debuté ante el Milan y en Inglaterra, donde lo hice ante el Manchester", lanzó este devorador de retos. Presume de personalidad arrolladora y se define como un gran trabajador. "Prometo que no cambiaré", anunció al poco de sentarse ante los flashes. A quien no le guste, que no mire.
Sus futbolistas le adoran y la prensa anhela sus titulares. Pero Mourinho no admite medias tintas. Ni injerencias. Su planteamiento en el Camp Nou parecía sacado de la noche de los tiempos, pero los resultados le avalan: ha ganado 14 títulos en las últimas siete temporadas. "No soy un falso humilde", soltó antes de recordar sus múltiples y recientes galardones individuales.
Por algo le llaman 'The special one', por algo ha firmado cuatro temporadas en un club que ha quemado a nueve entrenadores en las últimas seis temporadas. Se siente el mejor aunque no lo diga. A falta de otros atractivos, en una situación casi desesperada, Florentino ha confiado su futuro al nudo torcido de su corbata. Concitará odios, repetirá los buenos resultados y tratará de desquiciar al Barcelona. El Bernabéu le espera y no dudará en pitarle si es menester. Lo que es seguro es que nadie quedará indiferente.
Extraído de El Mundo (Miguel A. Herguedas)
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